No
soy quien que se supone que sea, no soy quien sé que piensan que soy.
Me
escondo debajo de la ropa.
Con
su cálida protección, tiene un poder dudoso; el dinero no es un personaje que puedas
captar, sino capas y capas de ideas sociales
dominantes.
No
soy apreciado por lo que soy, sino apenas por lo que me cubre.
Me
estoy escondiendo bajo mi pelo,
casi
siempre lo tengo negro, así es mi color natural,
aunque
ahora se está blanqueando;
me
lo plancho como si supiera lo que hago y supiera adónde voy;
cuando
se enrula mi alma cansada necesita mimos;
los
colores brillantes de tonos agresivos llaman la atención;
me
estoy escondiendo debajo de mi pelo que obviamente no colabora en nada para
protegerme.
Me
estoy escondiendo bajo mi piel.
Dicen
que es una membrana plástica resistente;
su
tono, color y textura me cubren como si fuera una etiqueta.
La
luz y el pigmento de los ojos son una combinación ideal para manipular
la verdad.
El
cerebro, dominado por la emoción y por los hábitos que crean prejuicios, es
nuestra mejor arma contra los demás.
Me
estoy escondiendo dentro de mi cuerpo.
No
sólo los huesos y la carne, sino también los millones de células son soldados que me protegen;
separan
mi ser del aplastante clima emocional de los alrededores;
me
mantienen caliente, nutrido de comida y bebida.
El
contorno y las formas del cuerpo generan luz y sombra cuando él se
mueve;
de
acuerdo a su física da una impresión fisiológica,
básicamente
una falsa señal.
Mi
cuerpo es una tierra confusa de deseo.
Me
estoy escondiendo detrás de mi sonrisa
tan
linda como quieran; me engaña a mí mismo gentilmente,
y
su mueca traviesa sólo persuade a los débiles solitarios
que
ven la dulzura antes de que los músculos se tensen en su expresión
natural.
Me
estoy escondiendo detrás de mi mirada.
Esos
ojos abiertos, o en algún momento apretados, fabrican una lámina
que
son la máscara de la propia verdad.
Quién
desea ver el alma a través de ellos, sólo se engancha en el vacío.
Me
estoy escondiendo detrás de mi ego
autocentrado
entre millones de egocéntricos,
jugando
el papel de hijo ególatra, sólo para salvarse de ser herido;
una
muralla invisible, la arquitectura de una personalidad molesta.
¿Te
das cuenta de que, cuanto más grande la cabeza, menor es el cerebro,
y
cuanto mayor el músculo, más pequeño es el pene?
Me
estoy escondiendo dentro de mí.
¿Quién
es aquél que describo frenéticamente e ilustro confusamente?
Aunque
nunca digo la verdad, con frecuencia soy contradictorio.
Además,
la personalidad no siempre define a la persona, es más bien un montón de ideas de
otra gente, lo que piensan y creen que es esa persona.
El
interior, si entiendes la terminología, se quedará en el interior,
y
se reinventará ante otro interior si por casualidad sale fuera.
Entonces,
¿qué sentido tiene intentar revelar algo? ¿Es sólo un ejercicio para definir el
misterio y que termina creando uno, porque somos perversos siempre ávidos de algún
alboroto?
Me
estoy escondiendo detrás de mi deseo.
Quiero
todo y lo quiero ahora, un apetito constante e insatisfecho que soy.
Estuve
tan contenido durante tanto tiempo, que obviamente aprendí que lo que quiero no
es lo que me deja contento respecto de lo que soy.
Al
final nada me deja contento, sólo la sensación de inseguridad vulnerable,
protegido por el torrente de sangre golpeando mi pecho
cada
vez que me entusiasmo pensando que estoy punto de vivir
lo
que creo que a mi cabeza le gustaría experimentar.
Me
estoy escondiendo al explotarme a mí mismo.
Estoy
acostumbrado al auto-abuso, a explotar mis dudas y mi necesidad de llamar la atención
– como un modo de mentir a la gente y de separarme del
resto.
Aunque
no estoy seguro de que alguien quiera un pedazo de mí incluso podría abaratar
lo que por naturaleza no tiene ningún valor en absoluto.
Tú
conoces la clase de brillantina barata aplicada sobre un color barato que grita
más fuerte que su verdadero valor. No soy tan tonto como para no entenderlo
pero tampoco lo suficientemente inteligente para saber que a
nadie le importa.
Fabrico
un drama para tapar y adornar un hecho sin sentido, ya que tenemos que estar realmente
exhaustos para por fin desintegrarnos y expresar lo que necesita ser escuchado;
lo cual no es ni siquiera mi caso porque estoy esencialmente aburrido de lo que
en verdad soy.
Me
escondo dentro del mundo
porque
no hay necesidad de ocultarse cuando nadie ni siquiera se da cuenta
de tu existencia.
El
mundo ya está superpoblado, y mi pequeño mundo está demasiado lleno de gente
solitaria en busca de alguna oportunidad de compartir una
atención desmañada
como
una ostra que vive en una cámara suave y posee un tendón fuerte, festiva por
fuera, y por dentro un refugio oscuro y cómodo.
Me
estoy escondiendo detrás de mi arte.
No
se puede confiar en un artista, simplemente no se puede.
No
se puede comprar lo que dicen, y dicen demasiado, actúan demasiado, y
mienten demasiado.
Nunca
vendo lo que realmente importa - nunca podría, nunca puedo - sólo una pequeña
fractura producto del vacío embalado en papel envuelto extravagante y barato.
Compras a causa del papel, lo rompes y tienes la
mierda que queda.
Cuando
el artista muere el arte muere con él.
Me
estoy escondiendo dentro de mi lujuria.
Trasmito
esos códigos de criatura naturalmente sexual que somos, pero no para satisfacer
la sed que tengo.
Más
como una necesidad de decir qué gran hombre joven soy,
lo
contrario de lo que yo era en el pasado. Una infancia condenada,
un
mundo machista de mierda que solía odiar. Sí. Me odiaba a mí mismo. ¿Por qué
no puedes ver que estaba tratando desesperadamente de ser
querido?
Hay
siempre una especie de remordimiento tras llegar a la cima,
tras
la oleada de placer uno se enfrenta a su pequeña verdad. ¿Cómo, eso es todo, y ahora
qué?
Me
estoy escondiendo más allá de las palabras.
No
soy escritor ni poeta, compongo para alcanzar cierta nitidez, con la esperanza
de poder romper y penetrar en la mente y sensibilidad de otro. Soy un
manipulador.
Tejí
palabras para hacer una complicada y hermosa manta. Aunque no me haya salido
demasiado bien, resulta bastante caliente como para
protegerme.
Uno
puede darse cuenta de que alguien realmente quiere decir la verdad con las
palabras que utiliza; por eso decidí usar cada vez menos palabras. Es una
lástima, pero no puedo estar triste sabiendo que el último recurso para
comunicar nos está fallando.
Me
estoy escondiendo debajo del flash.
No
lo voy a negar, disfruto mucho al ser golpeado por un flash
como
ofreciendo el alma al diablo, que te promete eterna juventud y
belleza.
Los
momentos congelados transmitidos a través de datos digitales en megapíxeles
están listos para ser manipulados según lo que llamo mi propio estándar de belleza.
Un nivel que oculta – por exageración e idealización – la posibilidad de ser
visto de acuerdo a una información visual que ya no está allí. La muy corta vida
de las imágenes - que sólo necesitan de la yema de un dedo para ser arrastradas
y movidas hacia otra imagen - no ayuda a ampliar tu apreciación. Es un lugar
perfecto para esconderse. Estás ahí, delante de los ojos, y sin embargo nadie
te ve.
Me
estoy escondiendo detrás de mi voluntad.
Muestro
signos de impaciencia para concretarla. Una voluntad de colaborar con la vida y
probar que no paso el tiempo sólo respirando.
Una
voluntad que me empuja.
Me
estoy escondiendo entre la multitud.
Lucho
contra la multitud, no para destacarme, sino para mantenerme en control y no
ser arrastrado por la corriente. Entre el tacto de los cuerpos calientes que
presionan entre sí trato de ser invisible y al mismo tiempo deseo ser
descubierto. La multitud se mueve hacia atrás y hacia delante y de un lado a
otro según su oleaje natural, exigiendo que mis pies se muevan a su ritmo, pero
me doy cuenta de que estoy demasiado cansado para mantenerme al día, y sé bien
que este tipo de competencia nunca recibe el salario adecuado.
Tras
la multitud me quedo quieto y clavo los pies en un bloque de hormigón, esperando
ser notado por no moverme en absoluto.
Me
estoy escondiendo dentro de la Web,
a
través del mundo de la híper jungla de la red, el campo de batalla definitiva
que no quieres aceptar ante ti mismo que estás perdiendo,
píldoras
de droga que debes tragar a cada momento, constantemente borracho, y si por suerte
ganaste alguna vez, ni siquiera podrás saborear la victoria. Ahí con los ojos
pegados a la pantalla, nos cuesta ir a dormir, y sin embargo al día siguiente ya
estaremos demasiado ansiosos por volver a fijarlos de nuevo en la pantalla.
La
Web mundial hace exactamente lo que una araña con su tela, estás allí atrapado
inmóvil, ni vivo ni muerto, siendo chupado lentamente hasta la
muerte.
Me
estoy escondiendo detrás de mi rabia.
Naturalmente,
todas las cosas buenas pueden volverse amor, pero a veces el amor desemboca en tristeza
y la tristeza recurre a la ira, mientras que la ira se transforma en
destrucción, y de alguna manera la destrucción puede hacernos valorar las cosas
buenas.
La
rabia contiene un sentimiento insatisfecho y puede ser entendida como la otra
cara de la buena voluntad. Si la puedes controlar, da fuerza al débil y le
agrega filo a la emoción embotada.
Me
estoy escondiendo bajo mi encanto.
Dicen
que quien perdió los brazos debe utilizar su encanto, te puede llevar más lejos
que tus habilidades.
Paciencia
hijo mío, un día te amarán de veras, los encantarás con esa sonrisa, aunque por
ahora no seas más que una mala noticia en el periódico.
Vives
en un lugar agradable, nadie sabe de dónde vienes y adónde vas con tu
fascinante auto-pensamiento. Llevas un pin pegado a tu pecho que brilla como
una estrella al mediodía; el lamento que guardas en el estómago se disolverá de
a poco.
Me
estoy escondiendo dentro de mi amor.
Estarás
satisfecho cuando te sacrifiques por tu amor. Te permite soportar cualquier
tipo de herida, y no es simplemente la felicidad que te hace
aferrarte a él.
Te
sentirás realizado cuando seas capaz de vaciar tus sentidos y dejar caer la
lógica, mientras dedicas una gran parte de tu ser a alguien o a algo. Es un lugar
casi perfecto para esconderse; aunque somos también una criatura carnal y las
necesidades físicas que exigen ser satisfechas mantienen la
tensión.
Me
estoy escondiendo detrás de mi espíritu.
Empecé
a sentir el espíritu desgastado hace aproximadamente dos décadas, maldición,
eso pasó antes de que tuviera la oportunidad de explorar mis expectativas
acerca del mundo. Se evaporó diez veces más rápido que el éter puro, tomé
aliento antes perderlo para siempre, y me despedí de la juventud con los ojos enrojecidos,
pero no por las lágrimas; fueron años de insomnio que me dejaron resaca.
(Yudi Yudoyoko)
https://www.facebook.com/events/246427875722296/